Cristian Horton, presidente de Cooperar 7 de Mayo de Villa Constitucion, Sta. Fe, relata lo vivido en una nota que le realiza el diario local El Sur de esa ciudad mediante el relato vivo de su historia, dejando en claro que cuanto más se conozca la verdadera historia se garantiza que nunca más nuestro país viva el horror del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.
En vísperas del Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia, el relato de Cristian Horton ilumina una historia modificada por los cómplices civiles de la última dictadura. “La verdad tiene que salir a la luz”, afirma Cristian Horton.
La brutalidad infame arrebató a sus padres entre junio y diciembre de 1976. Y lo convirtió en el único sobreviviente del resonado caso del edificio de calle Balcarce 742, en Rosario, donde con sólo cinco años fue testigo de una trágica experiencia que sería tergiversada por los mecanismos de propaganda de la dictadura y los medios cómplices de la represión.
Una historia que todavía subyace en el imaginario colectivo de gran parte de la sociedad, ya que en aquella oportunidad se informó que un bebé envuelto en un colchón había sido arrojado por el hueco de un ascensor desde el octavo piso. “Eso no es verdad, usaron esa noticia para legitimar la represión ilegal y mostrar el supuesto salvajismo de alguien que no duda en tirar a su hijo al vacío, una mentira absoluta”, cuenta Cristian Horton, el hijo de María Cristina Lucchesi y Raúl Horton, una maestra y un delegado sindical, ambos militantes de la Juventud Peronista.
En los últimos años, con su testimonio en diversos foros de debate, entrevistas y reportajes públicos, Horton reveló la verdad oculta y desmitificó la historia publicada, en busca de Memoria, Verdad y Justicia.
Una de estas charlas se produjo en septiembre pasado en el Instituto de Educación Superior Nº 28 “Olga Cossettini”, de Rosario, en vísperas del 35º Aniversario de la “Noche de los Lápices”. “En lo personal, fue lo mejor que me pasó en el año”, recuerda Cristian.
“Esto nace por mi relación con compañeros y conocidos que son hijos de desaparecidos y asesinados por la dictadura. Uno de ellos, Gustavo de Vicenzo, quien recientemente recuperó el cuerpo de su padre, estudia en un Terciario de Historia donde surgió la referencia al caso del asesinato de mi madre, cuando a mí me hieren, que es un caso conocido como ‘la masacre de calle Balcarce’. Pero como la profesora reproducía lo que el comunicado de la dictadura dijo sobre mi caso, a través de su prensa adicta, algo totalmente distinto a lo que realmente había pasado, entonces se organizó esta charla en el aniversario de la Noche de los Lápices, donde se me permitió desmitificar esa historia tergiversada”, explica.
La historia oficial apuntaba a un grupo de subversivos que “arrojaron a un niño desde el octavo piso a tierra” (La Capital), y atribuían ese “comportamiento demencial” al “desprecio de la delincuencia subversiva por la vida humana” (La Nación). Pero los recuerdos de Cristian sobre aquel amanecer de un día lluvioso, son completamente diferentes: “Necesité tiempo para analizar lo que me había pasado. Ese día arrancaron con una balacera a las 4 o 5 de la mañana. A mí me pusieron contra una pared donde había como dos columnas para estar cubierto porque las balas venían desde todas las ventanas, entraban por todos lados, había policías en los dos edificios linderos. Mucho estruendo y mucho humo por el gas lacrimógeno, me acuerdo los insultos. Hasta que en un momento me hieren y uno de los muchachos pide la voz de alto el fuego, porque yo estaba herido, me había pegado una esquirla de granada en la panza, en el pecho y en la pierna. Los muchachos me agarran con sábanas, me envuelven y tratan de ajustarme para que no pierda sangre, y la policía por un instante para de tirar y cumple el alto el fuego. Así que salgo caminando por la escalera y me agarra una señora que vivía en uno de los departamentos de abajo y me mete debajo de una cama, hasta cuando terminó todo.
Ahí me suben a un jeep color celeste que tenía la policía, y me llevan al Hospital de Niños, donde una doctora que no podía tener chicos y hasta un policía quisieron llevarme, a pesar de que era un chico grande, tenía casi seis años. Eso fue el 31 de diciembre de 1976, mi familia me recuperó el 4 de enero dado que la policía negaba mi paradero, estuve 4 días secuestrado en el hospital, ese día mi familia forzó el ingreso al hospital y me recuperaron”.
Horton sostiene que los crímenes de lesa humanidad fueron tantos y tan aberrantes que aún no tenemos dimensión de lo que significaron y de sus consecuencias. “La verdad tiene que saberse y por eso nuestra palabra tiene que salir a la luz. Todavía falta una etapa muy importante: que los cómplices civiles las empresas que financiaron y los que hicieron propaganda de la dictadura se empiecen a conocer. Y para decir: ‘Los medios mintieron, no dijeron la verdad’, porque lo que se hizo en la dictadura es comparable con cualquier otro genocidio”, concluye.
Desde Fecootra queremos recordar mediante este relato a todos los compañeros que fueron asesinados y/o desaparecidos mediante esta época aberrante en la historia de nuestro país.
FUENTE:Diario El Sur
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